" Aquel futuro tan temido " - Podcast - ( Un breve relato de ciencia ficción ) - Autor : Agustín Hernán Borrajo Fase 1: La última fotografía impresa Fase 2: El supresor armónico polifónico tonal Fase 3: El desierto La última fotografía impresa. Una molestia histórica alojada subrepticiamente en el profundo subconsciente unificado de la gran comunidad. Una descolorida leyenda urbana de escaso valor literario. Un leve subproducto imaginario derivado de teorías conspirativas de dudoso origen. Un ítem cultural inexistente en el inventario intelectual de cualquier ciudadano respetable de la hipermetrópolis. Si alguna vez existió una descripción aproximada de la última fotografía impresa probablemente se perdió hace más de un siglo. Ninguna de estas incertidumbres tiene el poder de evitar mi pánico ensordecedor en este inesperado momento. Mi única puerta no hermética se ha transformado en un involuntario viaje al antiguo mundo anterior. Un viaje atemporal al repudiable instante en el cual el control absoluto comenzaba a transformarse en una realidad cotidiana. De repente mi futuro depende de mi capacidad para decidir acertadamente mis próximos movimientos. Movimientos que deberé ejecutar con maestría en la próxima hora. Antes que las paredes fotosensibles reporten automáticamente el inesperado incidente. Cada pequeña acción incrementa mis esperanzas. Delicados y sutiles movimientos imperceptibles al ojo digital. Sin que resultase evidente ni sospechoso he cubierto la temible fotografía que fue deslizada bajo mi puerta tomando ventaja de la delgada alfombra que a menudo el viento nocturno logra desplazar. No necesito verificar detalle alguno, ya que he visto lo suficiente. En verdad lograron construirla. Quizás en las afueras al sur de la hipermetrópolis. Seguramente mucho antes de mi propio nacimiento. El supresor armónico polifónico tonal. La maldita máquina canceladora de toda sonoridad musical. Una invención capaz de apagar y enmudecer cualquier grupo de ondas sonoras que contuviese armonías, percusiones o melodías. Los humanos de este tiempo desconocen los cromatismos sonoros en cualquiera de sus variantes. Las tonalidades acústicas son solamente una fábula asociada al libertinaje cavernícola. Algunas obras de ciencia ficción mencionan ancestrales aparatos vibrantes dotados de cuerdas metálicas en tensión. Otros textos explican en detalle los supuestos circuitos analógicos que en la antigüedad constituían los sintetizadores polifónicos. Afirmaciones indemostrables desde que la tenencia de madera y metal fue declarada ilegal. Hipótesis olvidadas desde que los componentes electrónicos se volvieron inaccesibles al público general por cuestiones de seguridad planetaria. La ausencia definitiva de cualquier emoción activable por la vía timpánica transformó a la sociedad en una maquinaria sin sentimientos ni conflictos ni alegrías ni tristezas ni exabruptos ni discrepancia alguna. Un grupo denominado genéricamente como "la comunidad". Promocionado como el lugar más seguro y predecible que entre todos pudimos construir. Un lugar en el cual el valor más alto es la incapacidad para manifestar el más mínimo desagrado. Un sitio en donde la conquista más noble es la ausencia de cuestionamientos cognitivos. Una familia a gran escala en la cual está garantizada la falta de curiosidad en nombre de la integridad del proyecto colectivo. Una tumba muda. Eterna. Estable. Sorda. Fría. Profunda. El tiempo se agota vertiginosamente y mi siguiente acto debe desarrollarse en un único lugar. El desierto. Esa certeza científica que todos incorporamos en los primeros años de nuestra educación colectiva. Ese cercano océano de arenas naturales que mantiene sitiada a la hipermetrópolis. Un lugar sin ley ni garantías. Un lugar reportado como inhabitable para la gran comunidad. Un lugar de lugares en los cuales el viento fluye. El mismo viento que por las noches se filtra bajo mi única puerta no hermética. El mismo que ayudó a entregar en silencio la última fotografía impresa. Me siento cerca del viento que aúlla musicalmente y desafía a la maldita máquina supresora de armonías y cromatismos polifónicos. El viento que protege a los humanos que decidieron abandonar la comunidad. Será mi amigo el viento que cruza el desierto que esconde refugiados que recuerdan canciones. Canciones que pueden ser escuchadas burlando la sordera artificial. Lejos de la programática supresión tonal. Esta noche el desierto ganará otro aliado. Encontraremos la forma de recrearlo todo. Encontraremos un presente que incluya la emoción del sonido. Compartiremos nuestra intimidad espiritual a través de la música. Dejaremos atrás el confort del silencio comunitario. Dejaremos atrás el miedo a escucharnos. Dejaremos atrás aquel futuro tan temido.